viernes, 24 de febrero de 2012
Juan Rulfo - Fotógrafo / Escritor
"El color es la expresión y el
sufrimiento de la luz"
Goethe
1 - Juan Rulfo y la fotografía
Juan Rulfo combinó siempre la tarea de escritor y de fotógrafo. Su
obra fotográfica más conocida está recopilada en una edición del Instituto
Nacional de Bellas Artes, en 1980. El libro se compone de cien fotografías
tomadas por Rulfo entre los años de 1940 y 1955. Inframundo. El México
de Juan Rulfo revela el panorama de un México inquietante, al igual
que lo hace su obra narrativa. En esa obra, Juan Rulfo se nos revela más que
como un aficionado como un experto en el arte fotográfico, característica que
influye inevitablemente en su estilo literario tan particular.
Diego Rivera habla sobre el debate de si la fotografía es
únicamente un documento mecánico plástico gráfico o bien una técnica basada en
fenómenos físico químicos, pero que sirve a la expresión de la sensibilidad
artística. "Se han hecho ya tales obras en toda clase de géneros de
fotografía –afirma Diego Rivera-- desde el retrato estático hasta la cinematografía
ultra instantánea, que sólo la obstinación, el reaccionarismo o la simple
tontería, pueden seguir negando su calidad de arte a la fotografía, que
posiblemente sea --sobre todo en la cinematografía y el reportaje fotográfico—
la expresión más viva de la plástica moderna, con tanto derecho a la
denominación de obra de arte como la que sea resultado de cualquier otra
técnica. Lo que cuenta realmente es la sensibilidad, dice el famoso pintor, la
imaginación, la inteligencia y la intención humana, más el equilibrio dinámico
de la expresión del que se sirve de esas técnicas, que no le dan por sí --sólo
por saberse servir de ellas en oficio-- la cualidad de artista, sino que ésta
proviene de las condiciones enumeradas anteriormente, presentes en la individualidad
de quien se expresa, modelada por las circunstancias sociales y políticas
dentro de la que se desarrolla la vida.
Las palabras de Diego Rivera sirven de marco para la tarea que nos
hemos propuesto en este artículo: Juan Rulfo como escritor y fotógrafo: dos
artes en conjunción.
En la "Carta al lector" del citado libro de Rulfo se
dice que la lente de su cámara también nos revela el panorama de un México
inquietante. En las fotos que ha tomado Rulfo hace presencia el drama de su
Jalisco y de la pobreza. Las personas retratadas por él, al igual que sus
personajes, han sido despojadas de la tierra, de la identidad e incluso de la
vida por fuerzas a las que el autor da consistencia pero que deja sin explicar.
¿Y qué significa esto sino el mundo mismo presentado en sus relatos?
El fotógrafo en su cuarto oscuro no utiliza el total de sus tomas,
espera a encontrar aquéllas que se muestren vivas por sí mismas en un proceso
de abstracción artístico inherente al oficio; proceso de selección que depende
y no, de la "voluntad" del artista; es decir, él es quien decide qué
elementos conformarán su obra, pero es la misma obra también quien le va
marcando los elementos prescindibles en su armonía estética.
Juan Rulfo cuenta a Fernando Benítez sobre su proceso de creación
en lo que sería un cuarto oscuro: "En cuatro meses escribí Pedro Páramo, y tuve que
quitarle cien páginas. En una noche escribía un cuento. Traía un gran vuelo
pero me cortaron las alas. Ahora algo madura, algo se forma y necesito un poco
de paz y de silencio para reanudar mi trabajo. Espero la magia de otras noches
porque yo soy un tecolote. Todo lo hago de noche." Para Rulfo, la noche es
el "cuarto oscuro" en el que se realiza el proceso de composición de
su obra.
La Revolución de 1910, el paisaje jalisciense, el mundo campesino
son elementos que en manos de fotógrafos de los años veinte y treinta se
convirtieron en documentos históricos, como testimonios. Sin embargo, para
aquéllos que concebían la fotografía como algo más que un oficio periodístico,
tales elementos se convirtieron en material artístico.
Y el mismo material en manos de Rulfo dio como resultado la
compilación de cuentos de El Llano en llamas la cual, según
afirma Carlos Monsiváis, "refleja un paisaje extraordinario de las formas
de vida que la revolución llevó a la superficie para dejarlas allí muriendo,
consumiéndose, vulneradas por sus propias e implacables reglas de
juego".
Nacho López, en su artículo "El fotógrafo Juan Rulfo",
dice a propósito de la conjunción de éste como fotógrafo y como escritor:
"con una simple mirada, y quizá sin explicárselo, mucha gente ha sentido
ese profundo paralelismo; y sin conocer sus libros, desconectando cualquier
relación, las fotos de Rulfo se sostienen por sí mismas. No creo que Rulfo se
hubiera propuesto buscar analogías; simplemente su sensibilidad de artista
conformó una visión poética y dolorosa del ámbito rural. Sus fotos connotan
lecturas que producen metáforas muy ligadas a sus constantes literarias como la
aridez, paredes agrietadas, atmósferas opresivas, soledades y ecos en las
lejanías".
En las fotos de Rulfo no hay contradicciones inherentes, sólo
deterioro externo y una vitalidad amorosa interna, fusión de sentimientos y
sufrimientos mesiánicos a punto de explotar como una caldera en su máxima
presión.
Rulfo logró un lenguaje fotográfico donde la síntesis triunfa con
el mínimo de elementos plásticos sin barroquismos. Su realismo parece moldeado
a golpes, casi siempre con luz del cenit, que nos obliga a observar los
detalles y a detenernos en su todo intemporal de apariencia serena.
Se ha especulado sobre el realismo mágico rulfiano con
significados esotéricos, pero creemos que esa magia surge de su realismo puro y
directo expresado con sencillez y honradez, cosa que sólo logran los grandes
artistas como Juan Rulfo.
Para Manuel Alvarez Bravo, el trabajo fotográfico de Rulfo es
paralelo a su obra literaria, con el fin de "reflejar el dramatismo propio
del país, pero sin los prejuicios y las convicciones técnicas y estéticas que
corresponden al oficio".
Por su parte, la opinión de otros fotógrafos experimentados sobre
la obra de Rulfo es unánime: Lola Alvarez Bravo señala que la fotografía de
Rulfo "es una expresión auténtica del campo, nuestra raza y
tradiciones"; Pedro Meyer dice que es "reflejo de la capacidad de ver
al pueblo mexicano con la magia que Rulfo siempre planteó"; Mariana
Yampolsky añade, es "lo que más le emocionaba: retratar sus andanzas por
el mundo indígena y sus pasos por ese sector del país que no es del todo
conocido"; Rulfo, anota Raquel Tibol, "conoce al sujeto, al paisaje,
la barda, la pared y las actitudes de la gente como esencia del pueblo de
México"; finalmente, Jorge Alberto Manrique destaca en Rulfo "la
capacidad de advertir lo insólito en lo común y corriente. Es descubrir otra
realidad, en la realidad sensible".
El consenso es general, la obra rulfiana se ve influida en sus dos
direcciones: del escritor al fotógrafo y del fotógrafo al escritor. Por ello,
el papel que juega la luz y sus efectos, como uno de los elementos básicos del
arte daguerrotípico, será uno de los tópicos a seguir en el estudio de su obra
narrativa en nuestro artículo. La relación que se establece entre estas
dos artes ofrece un campo de investigación que abordamos en este momento. ¿Cómo
enfoca Rulfo la sociedad, cómo enfoca el mundo?
Yoon Bong Seo
Universidad de Guadalajara
Juan Rulfo - Fotógrafo / Escritor
2 - Luz y colores
En la teoría de los
colores, el color es luz. El color es una sensación. El color es pigmento. El
color es una información. La luz es una forma de energía. El ojo es capaz de
discriminar entre diferentes longitudes de onda y la imagen que se forma en el
cerebro difiere de la escena original porque tiene en cuenta las variaciones en
la iluminación y responde a la relación de un color con otro.
Generalmente, los fotones
que llevan la máxima energía -el violeta y el azul- se dispersan con más facilidad
que los de energía menor, como rojo, el naranja y el amarillo. De ahí que el
cielo aparezca azul durante el día.
Si bien Comala es un
pueblo que surge de la muerte, en él viven el sol, su luz, sus colores, y su
"reinado" se manifiesta en cada momento que el cielo azul sirve de
cobijo a los encuentros con el pasado: "El cielo era todavía azul.
Había pocas nubes", "mientras tanto dejaban vacío el
cielo azul [...] las mañanas estaban llenas de viento, de gorriones y de
luz azul".
Sin embargo, el espectro
de mayor tamaño y el más espectacular de todos es el arco iris. Forma una
especie de puente entre la poesía y la ciencia, y ha inspirado leyendas y
supersticiones entre los que lo observaban asombrados. Los griegos veían en el
arco la presencia de Iris, mensajero de los dioses. Sólo una vez aparece el
arco de colores en Pedro Páramo, y su significado está relacionado
con la ilusión de Pedro Páramo en su infancia y con Susana San Juan: "Al
recorrerse las nubes, el sol sacaba luz a las piedras, irisaba todo de
colores..."
El manejo de los colores
en Rulfo no es arbitrario, obedece a un complejo de significaciones que
comprenden desde las técnicas fotográficas del color --composición, traducción
de colores a tonos, reproducción exacta de colores, control de contrastes-
hasta el cuidado del detalle de los reflejos y contraluz. Todo ello en el marco
tridimensional que ofrece el arte fotográfico.
Pero, el genio creador de
Rulfo llega más lejos aún. Sus colores parecen corresponder a una red
significativa que comprende elementos filosóficos y míticos. "La luz tiene
sus tipicidades. No es lo mismo el sol en Yucatán que en Chihuahua o que en el
estado de México, ni es lo mismo la aurora que el crepúsculo", dice Juan
Rulfo. La teoría rulfiana de los colores se enlaza con los cuatro elementos del
mundo --la tierra, el aire, el fuego y el agua--, cuatro elementos o humores
que conforman el ser humano. Cada humor tiene su propio color, que básicamente
corresponde al de un líquido corporal: así pues, la bilis negra produce
melancolía; la sangre roja, un humor sanguíneo; la bilis amarilla, un humor
colérico: mientras que el blanco del agua representa el elemento flemático.
Esta red de significación
se manifiesta como un elemento conformador de la estética narrativa de Rulfo.
Conforme avanza el poder despótico de Pedro Páramo, los elementos antes
señalados (tierra, aire, fuego y agua) van desbordando su fuerza indómita hasta
convertirse en los mejores aliados del cacique para aniquilar a Comala y a sus
habitantes. Y de igual manera, en la muerte del cacique se hacen todos
presentes de manera de restablecer el orden de la naturaleza, del cosmos como
esperanza de una vida nueva a la luz del sol:
"Ésta es mi muerte", dijo.
El sol se fue volteando sobre las
cosas y les devolvió su forma. La tierra en ruinas estaba frente
a él, vacía. El calor [fuego] caldeaba su cuerpo. [...] parecía como
si también se detuviera el tiempo y el aire de la vida.
Y el agua antes
implacable en su furia que todo lo inunda, aparece en ese momento como parte
del más bello recuerdo de Pedro Páramo: "...tu cuerpo transparentándose en
el agua de la noche. Susana, Susana San Juan".
Cabe señalar, además, el
efecto sinestésico de los colores,
"... todo se llenaba de luces y del olor verde de los
retoños", "Aquí en cambio no sentirás sino ese olor amarillo y acedo
que parece destilar por todas partes", "... la gris mañana de un
nuevo día, "una mañana gris. No fría; pero gris.
A lo largo del texto
de Pedro Páramo, Rulfo maneja el verde, el amarillo, el azul,
el blanco, el gris y el morado. Si aparecieran en proporción equilibrada, sería
un arco iris completo. Pero, el autor prefiere sólo cuatro colores y los maneja
en oposición:
verde
y amarillo versus rojo y negro
Verde y amarillo dominan
en el paisaje de Comala durante la infancia y adolescencia de Dolores Preciado,
de Pedro Páramo y de Susana San Juan. Y dominan en la primavera del campo y en
la primavera de las ilusiones.
Rojo: desolación, venganza
y anuncio de muerte. Susana se va de Comala. Juan Preciado agoniza. Dorotea, a
punto de morir. Pedro Páramo mata a muchos inocentes. Susana en sus últimos
días. Pedro Páramo al borde de la muerte. y el rojo tiñe esas páginas con lumbre
o con sangre.
Negro: muerte. Domina el
relato con la noche, y está siempre presente acompañado a la muerte, y con ella
el cacique no hace excepción:
"Con tal de que no sea una nueva
noche", pensaba él.
Porque tenía miedo de las noches que le llenaban de fantasmas la
oscuridad.
Yoon Bong Seo
Universidad de Guadalajara
Juan Rulfo - Fotógrafo / Escritor
3 - Luz y oscuridad
La fotografía nocturna
tiene como objeto el poder plasmar el "otro lado" de la vida. El
sueño, hermano de la muerte, que ofrece un marco de color sin colores: el gris,
el negro.
La oscuridad lleva consigo
un carácter de inmovilidad y movilidad a la vez; en Pedro Páramo,
el movimiento de los muertos. Durante la noche cobran vida las pasiones: la
violación de Ana:
· Segura no, tío. No le vi la cara. Me agarró de noche y en lo
oscuro. [...] Pensé en lo que usted me había enseñado: que nunca hay que odiar
a nadie. Le sonreí para decírselo; pero después pensé que él no pudo ver mi
sonrisa, porque yo no lo veía a él, por lo negra que estaba la noche. Solamente
lo sentí encima de mí y que comenzaba a hacer cosas malas conmigo.
Protegidos con las
sombras, Pedro y Miguel Páramo hacen suyas a las mujeres que les place; por la
noche muere Miguel Páramo, muere el padre de Pedro Páramo, y la madre que le da
la noticia merece una descripción que bien podría ser su propia muerte:
"Allí estaba su madre en el umbral de la puerta, con una vela en la mano.
Su sombra descorrida hacia el techo, larga, desdoblada. Y las vigas del techo la
devolvían en pedazos, despedazada".
La oscuridad permite
violar los cánones y las costumbres: "Claro que yo era mucho más joven que
ella. Y un poco menos morena; pero esto ni se nota en lo oscuro", dice
Eduviges Dyada cuando cuenta a Juan Preciado que sustituyó a su madre en la
noche de bodas con Pedro Páramo.
Y en todos esos momentos,
la pálida luz de la luna como testigo en la oscuridad. Es decir, la oscuridad
no bastaba para ocultar los excesos nocturnos: la luna, como ojos de la
conciencia, tomaba cuenta de ello.
En la oscuridad en Pedro
Páramo, hay la luz, "atrancaban la puerta; apagaban la luz. Sólo
quedaba la luz de la noche". La luna y las estrellas son testigos de los
sufrimientos del Padre Rentería, del pueblo y después de los de Juan Preciado; todos
ellos víctimas de Pedro Páramo.
La oscuridad nos muestra
otro perfil de los bosques, de las colinas, del paraje: "Salió fuera y
miró el cielo. Llovían estrellas. Lamentó aquello porque hubiera querido ver un
cielo quieto. Oyó el canto de los gallos. Sintió la envoltura de la noche
cubriendo la tierra, "este valle de lágrimas"; "Estaban
apagándose las luces del pueblo. El río llenó su agua de colores luminosos.
Sin embargo, en Pedro
Páramo no se trata sólo de un paisaje nocturno; los astros de la
noche reflejan también el quebranto de la naturaleza ante la opresión del
pueblo, y así, se habla de un cielo "lleno de estrellas, gordas, hinchadas
de tanta noche. La luna había salido un rato y luego se había ido. Era una de
esas lunas tristes que nadie mira, a las que nadie hace caso. Estuvo un rato
allí desfigurada, sin dar ninguna luz, y después fue a esconderse detrás de los
cerros".
Y para completar el
terrible concierto, el silencio formando parte intrínseca de esa oscuridad que
acoge y mata a Juan Preciado: "Había oscurecido. Volvió a darme las buenas
noches. Y aunque no había niños jugando, ni palomas, ni tejados azules, sentí
que el pueblo vivía. Y que si yo escuchaba solamente el silencio, era porque
aún no estaba acostumbrado al silencio; tal vez porque mi cabeza venía llena de
ruidos y de voces".
Lo nocturno modela otra
perspectiva del carácter de los personajes, los hermanos en incesto y Juan
Preciado con ellos. Lo más característico de la luz de ventana es que no
proyecta sombras de bordes nítidos, y por ello es idónea para recrear la forma
y el volumen de los objetos.
La luz y su ausencia
representan, nuevamente, una dimensión simbólica, el negro: la muerte, el
funeral; el blanco: la vida, la pureza, la esperanza.
Universidad de Guadalajara
Juan Rulfo - Fotógrafo / Escritor
4 - Luz y paisaje
La luz en su esplendor, el
día, los colores; y la luz en oposición de sí misma, la noche, el negro,
conforman la descripción del paisaje en Pedro Páramo.
Estos elementos entran en
combinación con el tiempo.
El paisaje al amanecer,
"Por la puerta se veía el amanecer en el cielo. No había estrellas. Sólo
un cielo plomizo, gris, aún no aclarado por la luminosidad del sol. Una luz
parda, como si no fuera a comenzar el día, sino como si apenas estuviera
llegando el principio de la noche".
El paisaje al mediodía,
"En la reverberación del sol, la llanura parecía una laguna transparente,
deshecha en vapores por donde se traslucía un horizonte gris".
El paisaje al atardecer,
"Ibas teñida de rojo por el sol de la tarde, por el crepúsculo
ensangrentado del cielo".
El paisaje de la noche,
"un cielo negro, lleno de estrellas. Y junto a la luna la estrella más
grande de todas".
En general no conviene
fotografiar al mediodía, porque el sol alto proyecta una luz dura y sin
interés, según señalan los expertos. Durante el amanecer y el atardecer se
producen cambios de luz espectaculares. También suelen obtenerse magníficos
resultados justamente después de una lluvia fuerte –recordar el arco iris antes
citado-- o en épocas de tiempo muy variable.
Estos efectos composicionales
del paisaje permiten detectar las condiciones climatológicas adecuadas al
ambiente que le interesa crear al autor. Así, la neblina del amanecer es ideal
para ilustrar la profundidad y la distancia, como el texto al relatar la muerte
de Miguel Páramo en un paisaje de la madrugada, neblina y humo nada más.
El sol simboliza la luz y
el calor; al amanecer y durante el crepúsculo constituye una fuente de luz
variada y cambiante. El cielo y las nubes componen a veces paisajes magníficos
en los que conviene fijar la atención.
Se mira. Se imagina una
fotografía, que se tomará en otro sitio, porque en el paisaje hay unos cuantos
signos sencillos, coloreados, materiales, destruidos, abandonados, ocupados,
muertos, vivos, preciosos, que encontrarán una disposición diferente, más
narrativa, más mítica, allá en otro sitio, donde son quizá menos o más, pero
diferentes y organizados con mayor sentido escénico que en ese otro lugar donde
fueron vistos, dice un experto. Y el texto rulfiano, como una fotografía,
ofrece ese espectáculo lleno de significación ante nuestros ojos. Es el momento
oportuno para recordar nuestro epígrafe: "El color es la expresión y el
sufrimiento de la luz".
Yoon Bong Seo
Universidad de Guadalajara
Juan Rulfo - Fotógrafo / Escritor
5 - Conclusiones
La imagen, fin de una
historia. Ficción encerrada en la imagen, imagen abierta sólo hacia aquello que
a partir de entonces se repite incansablemente. ¿Qué es fotografiar? Es
terminar un relato, saber cómo interrumpir, anudar el lenguaje sobre una
historia conocida, imaginar la página poética necesaria en ese momento.
La fotografía posee la
aptitud de expresar los deseos y las necesidades de las capas sociales
dominantes, y de interpretar a su manera los acontecimientos de la vida real.
Walter Benjamin afirma que la naturaleza que habla a la cámara es distinta de
la que habla a los ojos; distinta sobre todo porque un espacio elaborado
inconscientemente aparece en lugar de un espacio que el hombre ha elaborado con
conciencia.
Juan Preciado es un fotógrafo
de su micro mundo. El narrador omnisciente, un fotógrafo del macro mundo de
Pedro Páramo. Y Juan Rulfo, cámara y pluma en mano plasma la realidad de su
propia visión.
Toda variación en la
estructura social -señala Gisèle Freund- influye tanto sobre el tema como sobre
las modalidades de la expresión artística.
La fotografía debe ser
hija de una época de intensa búsqueda de certidumbres, una época de recurso
al detenimiento, de ansiosa
paciencia y cultivo de la mirada. El ámbito de la imagen es uno de los frentes
en la fundación de la realidad, una demanda científica, política, técnica y,
desde luego, utopista por una realidad inteligible y rectificable; sólo una luz
así sobre el mundo posibilitará tal atención hacia la luz. La fotografía cuida
ese fuego.
El autor no se ha
acercado a este cometido como erudito, aconsejado por los teóricos o por los
investigadores sociales, sino desde una observación inmediata. Sin duda que fue
ésta una observación sin prejuicio, incluso audaz, pero delicada, y al mismo
tiempo, en el sentido de la frase de Goethe, "hay una experiencia
delicada, identificada tan íntimamente con el objeto que se convierte por ello
en teoría".
Yoon Bong Seo
Universidad de Guadalajara
domingo, 19 de febrero de 2012
Mark Ryden - Pintor surrealista
Mark Ryden nació
en Medford, Oregon, en 1963. Recibió un BFA en 1987 del Art Center College of
Design en Pasadera. Actualmente vive y trabaja en Los Ángeles donde pinta tranquila y felizmente entre un sinfín
de colecciones
de baratijas, estatuas, esqueletos, libros, pinturas y juguetes antiguos.
Las obras de Mark Ryden son difíciles de olvidar. Conocido por
transgredir la forma de hacer arte en los años 90, este artista bebe de la memoria colectiva y de la locura
surrealista para crear pinturas y
esculturas de personas, animales y objetos que irreales, nos resultan
absurdamente familiares.
Solamente Ryden hace
parecer totalmente reconfortante pinturas sádicas y esculturas sin sentido. Sus obras tienen total poder de calmar
inquietudes y de hacernos respirar en este mundo hostil, aunque sus pinturas no
sean precisamente momentos bellos. Poder de hacernos pensar en nuestra realidad
con una honestidad infantil, basada en una
relación de total confianza con nosotros mismos. Nos hace despertar aquél lado malo y travieso que llevamos adentro.
Mark
Ryden empezó a ser conocido en un tiempo en el que varios artistas, críticos y
coleccionistas defendían un retorno del arte de la pintura. Con su refinada
técnica y su inquietante contenido, Ryden se convirtió rápidamente en uno de
los líderes de este movimiento en la costa Oeste.
Ryden
trasciende las estrategias iniciales surrealistas eligiendo temas cargados con
connotaciones culturales. Sus protagonistas sorprenden a la audiencia no
necesariamente con su propia singularidad si no con la introducción de temas
culturales familiares en situaciones inquietantes.
Cuenta
entre sus influencias a Bosch, Bruegel e Ingres con algunas referencias a
Bouguereau y la pintura religiosa italiana y española.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)