miércoles, 1 de febrero de 2012

Diego Velázquez - Biografía


Diego Velázquez.
Pintor español. Sevilla 1599– Madrid 1660

Discípulo (por poco tiempo) de Francisco Herrera, el viejo, y luego, durante cinco años, de Francisco Pacheco, con cuya hija se casó en 1618.
Su estilo inicial se halla muy próximo al de la Escuela sevillana y se caracteriza por la firmeza de la composición y por el buscado contraste entre superficies sombrías y zonas violentamente iluminadas, así como por una evidente preferencia por la figura humana y por los bodegones, temas que suele combinar en sus cuadros de costumbre; de esta primera época datan asimismo algunos cuadros de pintura religiosa, en la que siempre se mantuvo dentro del más absoluto realismo, como datan también algunos retratos, de asombroso vigor y gran agudeza psicológica
Habiendo demostrado ya su valor y talento, decidió trasladarse a Madrid y en un segundo intento, en compañía de Pacheco, logró que el monarca, Felipe IV, posara para él. El éxito de este primer retrato real fue suficiente para que el pintor recibiera, en 1623, el nombramiento de pintor de cámara.
Gracias a la rica galería pictórica real, y habiendo logrado el nombramiento de ujier de cámara, pudo apreciar y estudiar el colorido de los venecianos, la carnadura de los desnudos, la riqueza de los tejidos y, pudo aprender directamente de Rubens, de paso en Madrid, la importancia de la fogosidad y los secretos del color fulgurante, nació por ello su interés por la pintura mitológica, género que abordó con un criterio nuevo, desmitificador y realista, que hace de Baco y sus seguidores un grupo de campesinos rudos y sensuales. El realismo y la visión personalísima de los viejos temas son ya conquistas firmes y propias de este Velázquez que, en 1629, emprendía su primer viaje a Italia.
La importancia de este viaje en las que si, por una parte, insiste en su sentido irónico y desmitificador de los dioses del mundo clásico, por otra parte va adquiriendo, paso a paso, a lo largo de su trabajo, una paleta más luminosa y un sentido menos táctil de los valores plásticos. En este primer viaje a Italia pintó dos de sus obras más admirables y sorprendentes no por el tema en sí –paisajes y jardines-, sino por el tratamiento dado a la luz y al aire; son las pequeñas vistas de la Villa Médicis, con razón consideradas clarísimos antecedentes técnicos del impresionismo que triunfaría en el siglo XIX.
Regresa a Madrid donde pintaría gran cantidad de retratos desprovistos ya de carácter tradicional, que harían de Velázquez el más grande retratista de personajes de elevadísima cuna pero también de personajes de menor nobleza, como lisiados o bufones, o de bellas mujeres. Realiza también uno de los desnudos femeninos más bellos y sensuales de la historia de la pintura mundial y, sin duda, el primero de la pintura española.
En su segundo viaje a Italia amplificó, cada vez más, la libertad de su pincelada; además adquirió sutileza y audacia admirables que iluminan el color y que confieren a la carne y a las telas una sensualidad nada frecuente. Así, de nuevo en España (1651), sus méritos le valen el cargo de aposentador de palacio que, además de venir a sumarse a otros varios, lleva consigo la supervisión de las obras de arquitectura y de decoración; pese a que este nuevo honor le roba mucho tiempo a su arte, Velázquez, cuya evolución artística no cuenta de hecho con telas determinantes, sino que es progresiva a lo largo de todas y cada una de ellas, pinta no sólo escenas mitológicas, sino algunos de sus más bellos retratos, los de pinceladas más bellas y apasionadas, los de mayor impresionismo pictórico, aquellos donde los plateados y los carmesíes se hacen más lujosos y severos, todos ellos admirables por el realismo y por la sutileza de expresión que encierran.
Finalmente, entre 1656 y 1660 afrontó y concluyó una de las obras más importantes de la pintura mundial, Las meninas, cuyos problemas de luz y perspectiva, resueltos con perfección y agudeza psicológica admirables, sirven para introducir, materialmente, al que la mira, en una de las salas del viejo alcázar de Madrid, sala que servía de estudio al pintor, y para hacerle vivir así, a un tiempo, una escena de taller, un cuadro de costumbres y un retrato de grupo (en cuyas doce figuras se resumen las diversas clases sociales, ya retratadas con anterioridad: reyes, damas, infantes, enanos, servidores de la corte e, incluso, una representación del mundo animal en la figura del perro situado en primer término derecha, así como el autorretrato del pintor.
Con Velázquez, muerto el 6 de agosto de 1660, la pintura española del Siglo de Oro había alcanzado la cumbre.

Diccionario Universal del Arte – Argos - Vergara


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