El Bosco
Hieronymus van Aken / 1450 - 1516
Pintor holandés. Debe su nombre a su ciudad natal, en la
que al parecer permaneció durante toda su vida. Fue hijo y nieto de pintores,
por lo que su educación tuvo lugar probablemente en el taller familiar, y realizó
un matrimonio ventajoso, que le permitió vivir desahogadamente, entregado a su
vocación por la pintura, que le reportaría un gran éxito. No muchos años
después de su muerte, personalidades como el rey Felipe II fueron
coleccionistas fervorosos de sus obras, que se hallan repartidas por todo el
mundo y de las que existe una excelente muestra en el Museo del Prado.
Este pintor que ha suscitado tan grandes elogios y tantos
estudios críticos, vivió en unos años que, situados entre la edad Media y el
Renacimiento, se hallan bajo los signos de la duda (se impugna la fe y circulan
ideas nuevas) y de la angustia (alimentada entre otras cosas, por las
predicciones catastróficas sobre el año1500). En su obra, este clima es
evidente, y toda su visión esotérica se enmarca en los nuevos tratados de
alquimia. Su forma de considerar a los santos como seres ordinarios y
vulnerables difiere de las tradiciones del arte cristiano medieval; su
insistencia en revelar el mundo interior muestra una sed de conocimientos
nuevos; incluso su modo de hacer, rápido y alusivo, y la gama de tonos de sus
paisajes son nuevas.
El Bosco es de su tiempo, y a veces se adelanta a él, (no
solamente prefigura a algunos paisajistas del Siglo XVII, sino al realismo);
sin embargo se encuentra impregnado del universo medieval de las farsas, las
brujas y las extravagancias. Atraído tanto por la visión de los castigos
atroces que esperan al pecador como por las tentaciones de los placeres
prohibidos el Bosco parece, a veces, rozar la locura. Detrás de las apariencias
ve claramente un mundo en el que él es presa de todas las alucinaciones, de
todos los sueños, de todos los deseos y de todos los terrores. Un mundo en que
se materializa en unos seres compuestos, fantásticos y cargados de simbolismos
a menudo sexual que anuncia ya el psicoanálisis.
El talento de Bosch es el de haber sabido sobrepasar la
simple narración de este universo para recrearlo con un realismo
sorprendente; emplea un dibujo conciso y de rasgos incisivos, multiplica los
centros de interés y crea la unidad de decorado y de personajes. El horizonte,
colocado muy alto, permite dar gran importancia al segundo plano, al cual se
enfrenta sin transición el primero. El color da vida a esta cosmogonía; su
extrema ligereza preserva la transparencia del espacio sin que la gracia esté
ausente del conjunto, al contrario, sobre fondos muy matizados se destacan
notas de color muy vivas que crean una animación acorde con la magia de los
temas.
Aunque se desconoce la cronología de su producción artística,
se cree que pertenecen a la primera época sus obras más convencionales, como El
charlatán o La
crucifixión. En el centro de su carrera se sitúan sus realizaciones
más famosas, una serie de creaciones abarrotadas de figuras, completamente al
margen de la iconografía de la época, ambientadas en paisajes imaginarios y
repletas de elementos fantásticos y monstruosos, tales como demonios o figuras
medio humanas y medio animales, que conviven con figuras diáfanas y paisajes
tranquilos y encantadores.
En esta línea se sitúan los trípticos de Las
tentaciones de San Antonio, El carro del heno y El
jardín de las delicias, en los que más allá de la fantasía turbulenta y de la
dificultosa interpretación de la simbología, triunfan una técnica excelente,
fluida y pictórica, y un color brillante, en los que reside buena parte de su
belleza.
Después de estas obras magistrales, en las que algunos
intérpretes ven la representación de la locura humana, realizó cuadros más
tranquilos y positivos (El hijo pródigo), para cerrar su carrera con una
serie de obras sobre la Pasión de Cristo, en las cuales la figura bondadosa del
Salvador aparece rodeada de una muchedumbre de seres deformes y de rostros
bestiales.
Diccionario Universal del Arte
Argos-Vergara
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