4 - Luz y paisaje
La luz en su esplendor, el
día, los colores; y la luz en oposición de sí misma, la noche, el negro,
conforman la descripción del paisaje en Pedro Páramo.
Estos elementos entran en
combinación con el tiempo.
El paisaje al amanecer,
"Por la puerta se veía el amanecer en el cielo. No había estrellas. Sólo
un cielo plomizo, gris, aún no aclarado por la luminosidad del sol. Una luz
parda, como si no fuera a comenzar el día, sino como si apenas estuviera
llegando el principio de la noche".
El paisaje al mediodía,
"En la reverberación del sol, la llanura parecía una laguna transparente,
deshecha en vapores por donde se traslucía un horizonte gris".
El paisaje al atardecer,
"Ibas teñida de rojo por el sol de la tarde, por el crepúsculo
ensangrentado del cielo".
El paisaje de la noche,
"un cielo negro, lleno de estrellas. Y junto a la luna la estrella más
grande de todas".
En general no conviene
fotografiar al mediodía, porque el sol alto proyecta una luz dura y sin
interés, según señalan los expertos. Durante el amanecer y el atardecer se
producen cambios de luz espectaculares. También suelen obtenerse magníficos
resultados justamente después de una lluvia fuerte –recordar el arco iris antes
citado-- o en épocas de tiempo muy variable.
Estos efectos composicionales
del paisaje permiten detectar las condiciones climatológicas adecuadas al
ambiente que le interesa crear al autor. Así, la neblina del amanecer es ideal
para ilustrar la profundidad y la distancia, como el texto al relatar la muerte
de Miguel Páramo en un paisaje de la madrugada, neblina y humo nada más.
El sol simboliza la luz y
el calor; al amanecer y durante el crepúsculo constituye una fuente de luz
variada y cambiante. El cielo y las nubes componen a veces paisajes magníficos
en los que conviene fijar la atención.
Se mira. Se imagina una
fotografía, que se tomará en otro sitio, porque en el paisaje hay unos cuantos
signos sencillos, coloreados, materiales, destruidos, abandonados, ocupados,
muertos, vivos, preciosos, que encontrarán una disposición diferente, más
narrativa, más mítica, allá en otro sitio, donde son quizá menos o más, pero
diferentes y organizados con mayor sentido escénico que en ese otro lugar donde
fueron vistos, dice un experto. Y el texto rulfiano, como una fotografía,
ofrece ese espectáculo lleno de significación ante nuestros ojos. Es el momento
oportuno para recordar nuestro epígrafe: "El color es la expresión y el
sufrimiento de la luz".
Yoon Bong Seo
Universidad de Guadalajara
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