3 - Luz y oscuridad
La fotografía nocturna
tiene como objeto el poder plasmar el "otro lado" de la vida. El
sueño, hermano de la muerte, que ofrece un marco de color sin colores: el gris,
el negro.
La oscuridad lleva consigo
un carácter de inmovilidad y movilidad a la vez; en Pedro Páramo,
el movimiento de los muertos. Durante la noche cobran vida las pasiones: la
violación de Ana:
· Segura no, tío. No le vi la cara. Me agarró de noche y en lo
oscuro. [...] Pensé en lo que usted me había enseñado: que nunca hay que odiar
a nadie. Le sonreí para decírselo; pero después pensé que él no pudo ver mi
sonrisa, porque yo no lo veía a él, por lo negra que estaba la noche. Solamente
lo sentí encima de mí y que comenzaba a hacer cosas malas conmigo.
Protegidos con las
sombras, Pedro y Miguel Páramo hacen suyas a las mujeres que les place; por la
noche muere Miguel Páramo, muere el padre de Pedro Páramo, y la madre que le da
la noticia merece una descripción que bien podría ser su propia muerte:
"Allí estaba su madre en el umbral de la puerta, con una vela en la mano.
Su sombra descorrida hacia el techo, larga, desdoblada. Y las vigas del techo la
devolvían en pedazos, despedazada".
La oscuridad permite
violar los cánones y las costumbres: "Claro que yo era mucho más joven que
ella. Y un poco menos morena; pero esto ni se nota en lo oscuro", dice
Eduviges Dyada cuando cuenta a Juan Preciado que sustituyó a su madre en la
noche de bodas con Pedro Páramo.
Y en todos esos momentos,
la pálida luz de la luna como testigo en la oscuridad. Es decir, la oscuridad
no bastaba para ocultar los excesos nocturnos: la luna, como ojos de la
conciencia, tomaba cuenta de ello.
En la oscuridad en Pedro
Páramo, hay la luz, "atrancaban la puerta; apagaban la luz. Sólo
quedaba la luz de la noche". La luna y las estrellas son testigos de los
sufrimientos del Padre Rentería, del pueblo y después de los de Juan Preciado; todos
ellos víctimas de Pedro Páramo.
La oscuridad nos muestra
otro perfil de los bosques, de las colinas, del paraje: "Salió fuera y
miró el cielo. Llovían estrellas. Lamentó aquello porque hubiera querido ver un
cielo quieto. Oyó el canto de los gallos. Sintió la envoltura de la noche
cubriendo la tierra, "este valle de lágrimas"; "Estaban
apagándose las luces del pueblo. El río llenó su agua de colores luminosos.
Sin embargo, en Pedro
Páramo no se trata sólo de un paisaje nocturno; los astros de la
noche reflejan también el quebranto de la naturaleza ante la opresión del
pueblo, y así, se habla de un cielo "lleno de estrellas, gordas, hinchadas
de tanta noche. La luna había salido un rato y luego se había ido. Era una de
esas lunas tristes que nadie mira, a las que nadie hace caso. Estuvo un rato
allí desfigurada, sin dar ninguna luz, y después fue a esconderse detrás de los
cerros".
Y para completar el
terrible concierto, el silencio formando parte intrínseca de esa oscuridad que
acoge y mata a Juan Preciado: "Había oscurecido. Volvió a darme las buenas
noches. Y aunque no había niños jugando, ni palomas, ni tejados azules, sentí
que el pueblo vivía. Y que si yo escuchaba solamente el silencio, era porque
aún no estaba acostumbrado al silencio; tal vez porque mi cabeza venía llena de
ruidos y de voces".
Lo nocturno modela otra
perspectiva del carácter de los personajes, los hermanos en incesto y Juan
Preciado con ellos. Lo más característico de la luz de ventana es que no
proyecta sombras de bordes nítidos, y por ello es idónea para recrear la forma
y el volumen de los objetos.
La luz y su ausencia
representan, nuevamente, una dimensión simbólica, el negro: la muerte, el
funeral; el blanco: la vida, la pureza, la esperanza.
Universidad de Guadalajara
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