Los
grabados y escritos de Durero influyeron sobre manera en los maestros de la
generación siguiente. El más popular de todos, en su tiempo, fue Lucas Cranach,
cuyo taller de Wittenberg era centro de gran actividad artística, donde
trabajaron él y su hijo con algunos discípulos.
De
Cranach no sabemos nada anterior a 1504, pero en esa fecha ya debía de haber
conseguido gran reputación, porque es nombrado pintor de cámara del gran
elector Federico, el principal protector de la Reforma. Cuatro años más tarde
se le concede el derecho de usar escudo de armas, y en 1509 va como embajador a
los Países Bajos, para asistir a las ceremonias de la coronación del emperador
Carlos V. Más tarde se casa y por documentos fehacientes sabemos que adquiere
una tienda de farmacéutico y un almacén de libros. Extrañas actividades para un
pintor, pero aún es más extraño que llegara a tesorero de la ciudad y
burgomaestre o alcalde en 1537 y en 1540. Muere en 1533, a la edad de 81 años.
Cranach
es el pintor de la Reforma. En Wittenberg estaba Lutero y los principales
humanistas protestantes; para ellos, principalmente, pinta retratos y también
cuadros de género, con alegorías mitológicas. Pero es en estos cuadros de asunto clásico donde se despliega más francamente
el carácter germánico, con su romanticismo sensual y melancólico. Cuando
Cranach pinta Venus o Ninfas, éstas se transfiguran en bellezas teutónicas,
hasta deformadas por corsés, como era deseable para el apetito sexual de la
época. Cranach las pinta lo más alemanas posible, para hacer ver el peligro de
la tentación de sus cuerpos retorcidos y la fascinación peligrosa de aquellas
hembras nórdicas. Son las cortesanas del Venusberg, que se resisten a abandonar
el campo a pesar de los himnos e improperios contra el diablo que entonan
Lutero y sus amigos de Wittenberg.
Estas figuras femeninas germánicas
forman curioso contraste con las de los grandes pintores italianos de la época.
Mientras Durero y Cranach pintaban sus Venus o Evas delgadas de cintura, sin
caderas, Tiziano y Giorgione pintaban sus inmortales figuras de maravillosas
mujeres. En los retratos Durero y Cranach superan en profundidad psicológica a
los italianos.
El retrato de hombre de Cranach, con
los ojos brillantes, la boca y la nariz curvadas con nerviosa inquietud,
demuestra de lo que el pintor cuando desplegaba toda la fuerza de su genio.
De 1504 es su maravilloso cuadro: Huida a Egipto
que posee el Museo de Berlín. El paisaje, con su vegetación romántica, y el
asunto religioso que representa, hacen olvidar que se trata de una obra del
pintor oficial de la Reforma. Los ángeles parecen gnomos de los cuentos de
Grimm, aunque no tan llenos de picardía y espíritu juguetón.
Historia del arte
José Pijoan
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