Las obras de Mark Ryden son difíciles de olvidar. Conocido por
transgredir la forma de hacer arte en los años 90, este artista bebe de la memoria colectiva y de la locura
surrealista para crear pinturas y
esculturas de personas, animales y objetos que irreales, nos resultan
absurdamente familiares.
Solamente Ryden hace
parecer totalmente reconfortante pinturas sádicas y esculturas sin sentido. Sus obras tienen total poder de calmar
inquietudes y de hacernos respirar en este mundo hostil, aunque sus pinturas no
sean precisamente momentos bellos. Poder de hacernos pensar en nuestra realidad
con una honestidad infantil, basada en una
relación de total confianza con nosotros mismos. Nos hace despertar aquél lado malo y travieso que llevamos adentro.
Mark
Ryden empezó a ser conocido en un tiempo en el que varios artistas, críticos y
coleccionistas defendían un retorno del arte de la pintura. Con su refinada
técnica y su inquietante contenido, Ryden se convirtió rápidamente en uno de
los líderes de este movimiento en la costa Oeste.
Ryden
trasciende las estrategias iniciales surrealistas eligiendo temas cargados con
connotaciones culturales. Sus protagonistas sorprenden a la audiencia no
necesariamente con su propia singularidad si no con la introducción de temas
culturales familiares en situaciones inquietantes.
Cuenta
entre sus influencias a Bosch, Bruegel e Ingres con algunas referencias a
Bouguereau y la pintura religiosa italiana y española.
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