martes, 22 de mayo de 2012

Salvador Dalí - Luis Buñuel - Un perro andaluz -



Acaban de cumplirse 80 años de la primera proyección de “Un perro andaluz” (“Un chien andalou”) y las reacciones ante su visionado, por mentira que parezca, no han cambiado.
Los sueños no tienen lógica, ni espacio, ni tiempo. Un chien andalou en palabras de Román Gubern es el resultado de “un guión tejido con los sueños” del tándem Buñuel-Dalí. Y resulta imprescindible para la comprensión del film partir de esta premisa, para no forzar una coherencia lógica a lo que premeditadamente no la tiene y guiarnos por el libre juego de las asociaciones que las imágenes y su interrelación provoquen en nosotros, los espectadores, para convertirnos en los soñantes”. “Esta locura por los sueños, por el placer de soñar, que nunca he tratado de explicar, es una de las inclinaciones profundas que me han acercado al surrealismo”. De esta manera, en “su último suspiro”, Buñuel hablaba sobre su acercamiento al movimiento surrealista y la creación de la única obra considerada puramente surrealista.
En apenas 17 minutos, 10 secuencias de rollo fílmico tambalearon los pilares artísticos de miles de espectadores que se movían entre el éxtasis y la repugnancia tras su visionado. Pero el mérito no era enteramente de los dos genios españoles.
Unidos por la Residencia de Estudiantes, ambos se habían empapado de cine experimental firmado por  René Clair (Entreacto), Man Ray (La estrella de mar) o Germaine Dullac (El clérigo y la concha). Del movimiento dadaísta y surrealista precedente habían tomado la negación del orden establecido y de la moral convencional, la liberación del objeto de su funcionalidad y su puesta en escena en igualdad de condiciones con la figura humana, la exaltación del erotismo o la subversión del lenguaje y de la lógica y percepción habituales. En resumidas cuentas, calandino y figuerense pretendían pasar por alto todas las convenciones de la narrativa fílmica habitual, aportando al arte una dimensión social y colectiva, hasta entonces desconocida prácticamente en nuestro país.
En cuanto al argumento del film, Buñuel relata “esta película nació de la confluencia de dos sueños.[…] yo le conté un sueño que había tenido poco antes, en el que una nube desflecada cortaba la luna y una cuchilla de afeitar hendía un ojo . Él (Dalí) a su vez, me dijo que la noche anterior había visto en sueños una mano llena de hormigas”.
Sin embargo, y muy a su pesar, el film guarda un profundo simbolismo. La propuesta, difícilmente pudo escapar a la crítica de lo que ella misma criticaba. Al fin y al cabo el anti-Arte que los surrealistas predicaban, por muy desconcertantes que fueran sus manifestaciones, acabaría siendo asimilado en gran parte por el pensamiento institucional. Tras los títulos de crédito, Dalí da forma a sus sueños, y tras observar cómo una nube corta a la luna, él hace lo propio con el ojo de una mujer.
Se trata de la primera y más recordada escena de Un perro andaluz. El montaje alterno de las secuencias de la luna atravesada por la nube y el ojo cortado por la navaja nos lleva a una asociación figurativa y simbólica de los mismos.
El director considera en este punto que el espectador necesita ayuda externa para dejar que su Yo Subjetivo se involucre en el sueño. A través de un primerísimo primer plano angustiosamente realista ciega nuestra mirada convencional para dejar paso a las profundidades del inconsciente, a los recovecos del sueño.
El éxtasis morboso que le produce al joven ver morir atropellada a la mujer le lleva a su “objeto del deseo”, pero aparecen los impedimentos morales y culturales, materializados en el piano, los burros putrefactos, las calabazas secas o los hermanos maristas.
El peso de toda una educación religiosa y burguesa se opone a la consumación del instinto sexual. Pero aún a pesar del dramatismo, hay cabida para los gags y el joven cae al más puro estilo del cine cómico americano.
A través de una narración dinámica, apoyada en la banda sonora y el continuo cambio de escenografía del film, Buñuel nos va presentando imágenes inconexas o en todo caso, articuladas a través de la gramática de los sueños. En lo que respecta al imaginario del film, dos de sus actores Simone Mareuill Pierre Batcheff se suicidaron poco después del rodaje, mientras que Charles Chaplin se desmayaba cada vez que visionaba la famosa escena del ojo cercenado.
Luis Buñuel decía ante las interpretaciones de “su perro andaluz” que “en lugar de tratar de explicar las imágenes deberían aceptarse tal como son ¿me conmueven, me repugnan, me atraen? Con eso debería bastar”, así que, con esto basta.







No hay comentarios:

Publicar un comentario