lunes, 7 de mayo de 2012

Picasso - Inicios / Formación


Un mito prometeico

El increíble paso por el mundo de Pablo Ruiz Picasso (1881-1973) parece diseñado para desmentir la vieja y amarga verdad de que los seres humanos sólo tenemos una vida y nuestros recursos son limitados. Picasso, en efecto, sobrepasó todas las metas e hizo añicos cualquier clase de convenciones. Las anécdotas innumerables de su biografía personal revelan a un ser de portentosa vitalidad a quien no se le pueden aplicar los parámetros con los que juzgamos al común de los mortales. ¿Cómo analizar y va­lorar al creador que ha dominado de un modo tan abso­luto la escena artística del siglo xx?
Cualquier exposición antológica de Picasso nos trans­mite la impresión de una enorme variedad: se diría que no vemos la obra de un solo artista sino los trabajos de una multitud. ¿Cuántos Picassos hay? ¿Y no es sorprendente que esta reconocida diversidad carezca de incoherencias o se traduzca en altibajos creativos? ¿Es posible ser a la vez tan distinto y sin embargo tan unitario? ¿Cómo pudo Pi­casso mantener siempre, durante más de setenta años, las más altas cotas de calidad?
Estas y otras preguntas similares constituyen la urdimbre de lo que se ha denominado el «misterio Picasso»: son muchos, en efecto, los aficionados a las artes plásticas que se han rendido ante cualquier intento de explicación reco­nociendo, sin más, que Él es el Genio (con mayúscula), un caso inaudito, el monstruo ante cuya naturaleza excepcio­nal se hacen inútiles las teorías y se aniquilan las predic­ciones. Y sin embargo, es inevitable el intento reiterado de comprender el sentido de la vida y la obra de Picasso porque este hombre constituye por sí solo uno de los epi­sodios más importantes de toda la historia del arte univer­sal. Varios factores confirman esta aseveración. Si pensa­mos en el mito renacentista y romántico del creador-de­miurgo como un individuo elevado inexorablemente, casi sin esfuerzo, sobre los demás, todo apunta hacia Picasso como una especie de culminación. Es como si ni siquiera él mismo hubiera sido capaz de evitar su talento prodigio­so, y por eso pudo afirmar lo siguiente, sintetizando esta realidad: «Dicen que yo soy un hombre que busca. Pero yo no busco, encuentro.»
Pero hay algo más. La historia del arte parece haber surgido en aquellas sociedades que pueden detectar y asi­milar innovaciones formales (de lenguajes y de estilos) sin que cambien de un modo sustancial otros supuestos gene­rales de la cultura y la civilización. Así pues, si las noveda­des artísticas y el éxito o aceptación de las mismas han sido una especie de motores para esta disciplina, debemos concluir que nadie los ha acelerado con tanta fuerza como Pablo Picasso. Desde este punto de vista, la historia del arte parece culminar con él y su caso sólo es comparable al de Miguel Ángel Buonarotti, en la segunda mitad del si­glo XVI: del mismo modo que a los discípulos «romanistas» del florentino les parecía impensable la posibilidad de que nadie sobrepasara en el futuro a su maestro, Picasso dejó, tras su muerte, un vado colosal. Es preciso tomar aliento y sobreponerse para no aceptar que la historia de la crea­ción plástica terminó con la desaparición de este artista en 1973.

Los inicios - Formación

Ciencia y caridad

La primera comunión

La enana



No hay comentarios:

Publicar un comentario