lunes, 27 de agosto de 2012

INTERIOR Y EXTERIOR - René Magritte


El argumento visual de muchos cuadros de Magritte es la rela­ción entre interior y exterior a través de un elemento de transi­ción, bien sea una puerta, una ventana u otro objeto que asu­me ese papel mediador. Sobre esa base, Magritte teje desplaza­mientos y metamorfosis: una nube puede colarse en la habita­ción a través de la puerta abier­ta, un florero transformarse en ventana a un paisaje o un cua­dro frente a la ventana sustituir al fragmento de vista en él repre­sentado. Esta última modalidad -la del cuadro dentro del cuadro que muestra el mismo paisaje que la tela oculta- ha dado lugar a algunas de las obras más cono­cidas de Magritte. Se trata de una metáfora especular, que puede prolongarse hasta el infi­nito, y de una insondable refle­xión acerca de la naturaleza de la pintura y la visión. La idea del cuadro como ventana virtual está en los orígenes de la pintu­ra occidental desde el Renaci­miento. Magritte apura las posibilidades conceptuales de esa metáfora y aún las amplía: los objetos presentes en el cuadro pintado están "a la vez dentro de la habitación, en el cuadro y fuera, en el paisaje real -que no deja de ser un paisaje pintado-. Esta existen­cia a la vez en dos espacios diferentes es semejante a la existencia a la vez en el pasado y en el presente".


El veneno, 1939
La mediación espacial de la puerta se convierte en mediación poética no sólo al dejar pasar la nube, sino contaminándose del color y la apariencia del mar y el cielo que se atisban en el exterior.



                                                          Las nubes, 1939
El cuadro literalmente entendido como ventana, contaminando el interior en que se halla el caballete al dejar pasar las nubes del paisaje montañoso pintado en el lienzo; pero también una metáfora de la relación entre pintura y espectador.




La condición humana, 1934
Uno de los primeros ejemplos de caballete frente a la ventana. El leve desajuste entre la parte de paisaje comprendida en el cuadro y el resto –apreciable en la cortina y en el canto del bastidor- surte un efecto comparable a la perplejidad despertada por la mansa integración del día y la noche en El imperio de las luces.



El mes de la vendimia, 1959
El friso de personajes magrittianos seriados al otro lado de la ventana podría entenderse casi como un espejo poético, una metáfora de la percepción complaciente y rutinaria que el pintor se ha propuesto subvertir en la mirada, obligada a “pensar de otra manera”, del espectador de sus cuadros.



El pecho, 1961
El cuadro es el resultado de una compleja serie de mutaciones: un montón desordenado de sillares se transforma en las casas con las que su función se relaciona. Al mismo tiempo, la disposición regular de las mismas contrasta con lo arbitrario de su amontonamiento.

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