lunes, 13 de agosto de 2012

Los ecos de la pintura europea - Wassily Kandinsky

Ciudad vieja II - 1902
Cascada I - 1900

Árboles floridos en Lana I - 1908

Los ecos de la Pintura europea

Dos acontecimientos deter­minaron la vocación artísti­ca de Kandinsky en 1895: una representación de Lohengrin, de Wagner, y el impacto que le produjo el cuadro Montón de heno, de Glaude Monet, en una exposición impresionista en Moscú. Si el primero apunta la temprana vinculación de la pin­tura a la música, el segundo prefigura el futuro de una pin­tura no figurativa. Lo que impresionó a Kandinsky fue, precisamente, que no pudo reconocer el tema del cuadro, a pesar de lo cual le cautivó. "Inconscientemente -escribió más tarde- se desacreditaba al objeto como elemento pictórico inevitable". No es de extrañar que sus primeros pasos en la pintura acusen la influencia del color, impresionista primero, y fauve después. En París, donde expuso en 1907, pudo ahondar en el conocimiento de la obra de muchos de estos pintores, a los que luego invitaría a las exposiciones de Phalanx, entre 1901 y 1904 -Monet, Signac, Valloton, Toulouse-Lautrec- y, sobre todo, de la NKVM, donde colgaron obras Braque, Derain, Van Dongen, Le Fauconnier, Picasso, Rouault y Vlaminck.

Ciudad vieja II, 1902.
La suave luz del atardecer tiñe de poesía esta vista de Rothenburg, cuyos volúmenes netos y precisos recuerdan, sin embargo, la pintura de Cézanne. La técnica, de pequeñas pinceladas llenas de materia, como pequeños grumos de color, tiene algo del detallismo preciosista que puede verse en muchos pintores de la época, desde Corinth hasta secesionistas vieneses como Klimt.

Kochel. Cascada I, 1900.
La idea del paisaje entendido como "estado de ánimo" es de estirpe romántica. Kandinsky podía haberla tomado tanto de la pintura rusa del XIX como de los paisajistas franceses de la Escuela de Barbizon. Su manera inmediata de reflejarlo en la tela, con pinceladas rápidas y muy empastadas, revela sin embargo la influencia del impresionismo tardío que sacudió su ánimo en la exposición moscovita de 1895.

Árboles floridos en Lana I, 1908.
El intenso verde claro, aún más luminoso por los toques amarillos, es una celebración de la primavera manifiesta en los árboles en flor. La proyección del espíritu del pintor sobre el motivo pintado, trascendiendo así el nero registro visual, es una de las diferencias más notables entre la cintura francesa y la de los países del norte en estos inicios del siglo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario