jueves, 24 de mayo de 2012

Salvador Dalí


Identificación con el hermano muerto

En el curso de las mismas charlas con el crítico francés, surge otra obsesión: la iden­tificación, la fijación con la imagen del her­mano muerto antes de nacer él y que tam­bién se llamaba Salvador:
"La cuestión fue resuelta el día 5 de junio de 1950, el día en que nuestro común ami­go, el doctor Pierre Roumeguére, me leyó su tesis sobre el mito dioscúrico de Dalí. Entonces experimenté con mi incomparable estremecimiento la verdad absoluta por pri­mera vez: una tesis de psicoanálisis me ha revelado el drama que se descubre en la base misma de mi estructura trágica. Se trata de la presencia ineluctable, en el fondo de mí mismo, de mi hermano muerto, que mis padres habían adorado con cariño tan superlativo, que en el momento de mi na­cimiento, me pusieron el mismo nombre, Salvador. El choque fue violento, como el de una revelación. Eso explica también los terrores que me acometían cada vez que yo penetraba en la habitación de mis pa­dres y contemplaba la fotografía de mi her­mano muerto: un niño muy bello, todo cu­bierto de encajes y cuya imagen había sido retocada hasta tal punto que por contraste, durante toda la noche, yo me representaba este hermano mío ideal en un estado de putrefacción completa. No sólo me dormía con la idea de mi propia muerte, al par que aceptaba que me hablaba en el interior del ataúd por fin en estado de reposo. Gra­cias a la tesis del doctor Pierre Roumeguére pude comprobar que un mito arquetípico como el de Castor y Pólux tenía, para mí, un sentido de realidad visceral. La experien­cia por las entrañas ha confirmado la es­tructura mental de mi ser."

Retrato de mi hermano muerto


Una réplica de Freud

Nunca se supo bien qué ocurrió cuando se entrevistó con Freud. Pero en un reportaje reciente dice algo que indicaría que la visita fue para Dalí acaso el contraste más grave que le ocurrió en el campo de la teoría: "Un día (Freud) pretendió, ante mí, que los surrealistas no le interesaban. Y como me asombré, sabiendo de qué manera se funda­mentaban en él, me dijo: “refiero los cua­dros en los que no hallo ninguna huella aparente de surrealismo. A esos sí, los es­tudio. Allí encuentro tesoros del pensamien­to subconsciente”.

Sigmund Freud

                                       Lorenzo Varela – Centro Editor América Latina

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