lunes, 13 de agosto de 2012

"De lo espiritual en el arte" - Wassily Kandinsky


EPILOGO

Las ocho reproducciones adjuntas son ejemplos de las tendencias constructivas en la pintura. Sus formas se dividen en dos grupos principales:
1° la composición simple, subordinada a una forma simple dominante: calificamos a esta composición de melódica;
2° La composición compleja, integrada por varias formas subordinadas a una forma principal, evidente o velada. Externamente puede resultar muy difícil hallar esta forma principal, lo cual proporciona a la base interior una gran fuerza sonora. A esta composición la llamamos compleja o sinfónica.
Entre estos dos grupos principales existen diversas formas de transición, en las que se halla siempre el principio melódico. El proceso evolutivo es muy parecido al de la música. Las desviaciones en ambos procesos son consecuencia de otra ley concomitante que sin embargo, hasta ahora siempre se ha sometido a la primera ley evolutiva.
Si se elimina el elemento figurativo de la composición melódica desvelando la forma pictórica subyacente, aparecen formas geométricas primitivas o una estructura de líneas simples que apoyan un movimiento general.
Este movimiento se repite en algunos lugares, y a veces es modificado por determinadas líneas o formas que sirven a otros fines. Por ejemplo, pueden formar un cierto cierre, al que daré el nombre musical de fermata (68). Todos estos elementos constructivos poseen un sonido interior simple, como el que tiene toda melodía. Por eso las llamo melódicas. Estas composiciones melódicas, que despiertan a una nueva vida con Cézanne y más tarde con Hodler, han recibido en nuestro tiempo el nombre de rítmicas.
Este fue el núcleo del renacimiento de los objetivos composicionales. Es evidente que la limitación exclusiva del término rítmico a estos casos resulta arbitraria. Así como en la música cada construcción posee su propio ritmo, y así como en la naturaleza la ordenación casual de las cosas también presupone un ritmo, igual sucede con la pintura. Lo que ocurre es que a veces no comprendemos el ritmo de la naturaleza por no comprender sus objetivos (en determinados casos importantes). Por eso calificamos de arrítmico el orden no comprendido. La división en ritmo y arritmo es, por lo tanto, relativa y convencional (así como la contraposición consonancia-disonancia, que en el fondo no existe) (69).
Muchos cuadros, grabados, miniaturas, etc., de épocas pasadas del arte —recordemos a los antiguos maestros alemanes, persas, japoneses, a los pintores de iconos rusos y a los autores de grabados populares—, son composiciones rítmicas complejas, con un fuerte elemento sinfónico (70).
En casi todas estas obras la composición sinfónica está todavía fuertemente unida a la melódica. Esto significa que cuando se elimina lo figurativo y se descubre lo composicional, aparece una composición construida con el sentimiento de serenidad, de repetición tranquila y una distribución bastante homogénea (71). Automáticamente nos recuerdan a antiguas composiciones corales, a Mozart y. finalmente, a Beethoven. Todas estas obras están más o menos emparentadas con la arquitectura sublime, serena y majestuosa de las catedrales góticas: su clave y su fundamento espiritual son el equilibrio y la distribución armónica de los diversos elementos. Son obras de transición. Como ejemplos de la nueva composición sinfónica, en los que aparece el elemento sinfónico sólo esporádicamente y como parte subordinada, aunque en forma nueva, he incluido tres reproducciones de cuadros míos.
Estos ejemplos proceden de tres fuentes diferentes:
1° la impresión directa de la naturaleza externa, expresada de manera gráfico-pictórica. Llamo a estos cuadros impresiones;
2° la expresión principalmente inconsciente, generalmente súbita, de procesos de carácter interno, es decir, impresión de la naturaleza interna. Estos cuadros son improvisaciones;
3° la expresión de tipo parecido, pero creada con extraordinaria lentitud y que analizo y elaboro larga y pacientemente después del primer esbozo. A este tipo de cuadro lo llamo composición. Sus factores determinantes son: la razón, la conciencia, la intención y la finalidad.
La última instancia, sin embargo, siempre es la sensibilidad y no el cálculo. El paciente lector ya no ignora qué construcción consciente o inconsciente subyace en los tres tipos de cuadros.
Al final quisiera añadir que, en mi opinión, nos acercamos paulatinamente a la época de la composición consciente y racional; creo que pronto el pintor estará orgulloso de poder declarar composicionales sus obras (a diferencia de los impresionistas puros, que estaban orgullosos de no declarar nada), y que ya estamos en el tiempo de la creación útil. Finalmente, pienso que este espíritu de la pintura está en relación orgánica directa con la ya iniciada construcción de un nuevo reino espiritual, pues este espíritu es el alma de la época de la gran espiritualidad.

Trazo blanco

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