EPILOGO
Las ocho reproducciones adjuntas son ejemplos de las tendencias
constructivas en la pintura. Sus formas se dividen en dos grupos principales:
1° la composición simple, subordinada a una forma simple dominante:
calificamos a esta composición de melódica;
2° La composición compleja, integrada por varias formas subordinadas a
una forma principal, evidente o velada. Externamente puede resultar muy difícil
hallar esta forma principal, lo cual proporciona a la base interior una gran
fuerza sonora. A esta composición la llamamos compleja o sinfónica.
Entre estos dos grupos principales existen diversas formas de
transición, en las que se halla siempre el principio melódico. El proceso evolutivo
es muy parecido al de la música. Las desviaciones en ambos procesos son
consecuencia de otra ley concomitante que sin embargo, hasta ahora siempre se
ha sometido a la primera ley evolutiva.
Si se elimina el elemento figurativo de la composición melódica
desvelando la forma pictórica subyacente, aparecen formas geométricas
primitivas o una estructura de líneas simples que apoyan un movimiento general.
Este movimiento se repite en algunos lugares, y a veces es modificado
por determinadas líneas o formas que sirven a otros fines. Por ejemplo, pueden
formar un cierto cierre, al que daré el nombre musical de fermata (68).
Todos estos elementos constructivos poseen un sonido interior simple, como el
que tiene toda melodía. Por eso las llamo melódicas. Estas composiciones
melódicas, que despiertan a una nueva vida con Cézanne y más tarde con Hodler,
han recibido en nuestro tiempo el nombre de rítmicas.
Este fue el núcleo del renacimiento de los objetivos composicionales. Es
evidente que la limitación exclusiva del término rítmico a estos casos
resulta arbitraria. Así como en la música cada construcción posee su propio
ritmo, y así como en la naturaleza la ordenación casual de las cosas también
presupone un ritmo, igual sucede con la pintura. Lo que ocurre es que a veces
no comprendemos el ritmo de la naturaleza por no comprender sus objetivos (en
determinados casos importantes). Por eso calificamos de arrítmico el
orden no comprendido. La división en ritmo
y arritmo es, por
lo tanto, relativa y convencional (así como la contraposición consonancia-disonancia, que en el fondo
no existe) (69).
Muchos cuadros, grabados, miniaturas, etc., de épocas pasadas del arte
—recordemos a los antiguos maestros alemanes, persas, japoneses, a los pintores
de iconos rusos y a los autores de grabados populares—, son composiciones rítmicas
complejas, con un fuerte elemento sinfónico (70).
En casi todas estas obras la composición sinfónica está todavía
fuertemente unida a la melódica. Esto significa que cuando se elimina lo
figurativo y se descubre lo composicional, aparece una composición construida
con el sentimiento de serenidad, de repetición tranquila y una distribución
bastante homogénea (71). Automáticamente nos recuerdan a antiguas composiciones
corales, a Mozart y. finalmente, a Beethoven. Todas estas obras están más o
menos emparentadas con la arquitectura sublime, serena y majestuosa de las
catedrales góticas: su clave y su fundamento espiritual son el equilibrio y la distribución
armónica de los diversos elementos. Son obras de transición. Como ejemplos de
la nueva composición sinfónica, en los que aparece el elemento sinfónico sólo esporádicamente
y como parte subordinada, aunque en forma nueva, he incluido tres reproducciones
de cuadros míos.
Estos ejemplos proceden de tres fuentes diferentes:
1° la impresión directa de la naturaleza externa, expresada de
manera gráfico-pictórica. Llamo a estos cuadros impresiones;
2° la expresión principalmente inconsciente, generalmente súbita, de
procesos de carácter interno, es decir, impresión de la naturaleza interna. Estos
cuadros son improvisaciones;
3° la expresión de tipo parecido, pero creada con extraordinaria
lentitud y que analizo y elaboro larga y pacientemente después del primer
esbozo. A este tipo de cuadro lo llamo composición. Sus factores determinantes
son: la razón, la conciencia, la intención y la finalidad.
La última instancia, sin embargo, siempre es la sensibilidad y no el
cálculo. El paciente lector ya no ignora qué construcción consciente o
inconsciente subyace en los tres tipos de cuadros.
Al final quisiera añadir que, en mi opinión, nos acercamos
paulatinamente a la época de la composición consciente y racional; creo que
pronto el pintor estará orgulloso de poder declarar composicionales sus obras
(a diferencia de los impresionistas puros, que estaban orgullosos de no
declarar nada), y que ya estamos en el tiempo de la creación útil. Finalmente,
pienso que este espíritu de la pintura está en relación orgánica directa con la
ya iniciada construcción de un nuevo reino espiritual, pues este espíritu es el
alma de la época de la gran espiritualidad.
Trazo blanco |
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