Estudio para invierno II - 1910/1911
La
disolución de lo figurativo
Entre
1908 y 1910 Kandinsky vive una etapa de serenidad en lo personal que se traduce
en un notable avance artístico, Pasa largas temporadas pintando en Murnau,
donde compra una casa, con Gabriele Münter. Hasta al menos 1912 no dejan de
aparecer objetos reconocibles en los cuadros, pero las bases de la abstracción
están ya sólidamente asentadas. El tema se disuelve cada vez más en las masas
de color, aunque todavía no se atreve a prescindir de aquél por completo para
no caer en lo decorativo, para no hacer cuadros, "por decirlo de una forma
burda, similares a una alfombra o una corbata. La belleza del color y la forma
-afirma convencido- no es meta suficiente para el arte". La metáfora
musical es la vía que asegura la conexión espiritual de la pintura. Es ahora
cuando empieza a llamar a sus cuadros, dependiendo de su grado de elaboración,
impresiones, improvisaciones y composiciones, como si de pequeñas piezas
sinfónicas se tratara.
Murnau.
El jardín I, 1910.
El motivo es apenas
una leve estructura sobre la que el pintor teje un juego de acordes
complementarios en verde, amarillo y rojo, completados con toques de azul y
marrones.
Murnau.
Vista con vía férrea y castillo, 1909.
El aplanamiento de
las figuras y su tratamiento en forma de siluetas recuerda a las xilografías,
que tanto practicó Kandinsky en los primeros años de Munich.
Estudio
para Invierno II, 1910-1911.
Un gran acorde
amarillo, con matices de distinta luminosidad, constituye el espacio del
cuadro, en el que los objetos se sumen como en un fluido. Sobre ese fondo, a la
manera de un bajo continuo, vibran las notas contrapuestas del azul y el rojo.
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