Pintura con forma
blanca, 1913.
La idea de un núcleo
pictórico, a modo de vértice al que tienden las tensiones del cuadro, es uno de
los primeros principios de ordenación que aparecen en la pintura de Kandinsky.
En esta ocasión, la mancha blanca -en la mitad izquierda- desempeña ese papel
condensador de energías.
Composición VI, 1913.
En el peculiar
sistema pictórico de Kandinsky, las Composiciones son los cuadros más
elaborados, precedidos, por lo general, de estudios previos. Aunque no siempre
siguió con precisión ese criterio, en casos como éste sí se advierte una
sintaxis pictórica más trabada.
Improvisación soñada,
1913.
La mancha central,
contorneada de azul y negro, atrae poderosamente el flujo de color de todo el
cuadro, que se dirige a ella mediante un movimiento en espiral. Los trazos
rápidos de color que salpican toda la superficie funcionan
como ''segundas voces", contrapunteando el ritmo dominante.
Moscú II, 1916.
"El sol
convierte a Moscú en una mancha que, como vina tuba frenética, hace vibrar todo
el interior, el alma entera (...). El último acorde de la sinfonía es el que
eleva cada uno de sus colores a su expresión paroxística y hace que toda la ciudad resuene como
en el fortissimo final de una orquesta gigantesca". Así describió
Kandinsky el recuerdo de
su ciudad natal al
atardecer. Esa apoteosis sonora, salpicada de alusiones a las decoraciones
cerámicas de las cúpulas, es la
que refleja en este cuadro, pintado a su vuelta a Rusia, tras
el estallido de la
Primera Guerra Mundial.
Trazos negros I,
1913.
La naturaleza
expansiva que Kandinsky atribuye al amarillo se contrapone al carácter denso y
concentrado del rojo y el azul, que, por su mayor peso compositivo, se deslizan
sutilmente hacia abajo. Los trazos dibujados no contradicen aquí la estructura pintada,
sino que la subrayan y
acompañan, a modo de ayuda esquemática para su lectura visual. Kandinsky va
aquilatando cada vez más su obra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario