Kandinsky pasó buena parte de su infancia
rusa al cuidado de su tía Elisabeth Ticheeva, que tenía por costumbre leerle
cuentos populares rusos y alemanes. En 1889 la Sociedad de Ciencias
Naturales, Etnografía y Antropología lo envió en misión científica a Vologda,
al norte de Rusia, para estudiar el derecho agrario y los vestigios de
religiones precristianas en la cultura de la zona. Estos dos hechos prueban su
temprano interés por el folclore y la cultura popular, uno de los temas
constantes en el interés de la tradición romántica de los países del norte de
Europa. En Munich, Kandinsky sigue explotando esta veta, como consecuencia de
la cual son frecuentes en sus primeros años los cuadros que recrean leyendas y
tipos populares rusos y alemanes. Merece destacarse su hondo interés por una
tradición específicamente bávara, la de las pequeñas pinturas votivas sobre
vidrio de los siglos XVIII y XIX, que representaban de modo ingenuo, a modo de
viñetas, escenas religiosas: el almanaque
El
Jinete Azul, publicado en 1912,
reproducía en sus páginas
la colección de Krötz un
maestro cervecero de Murnau,
junto con estampas populares de
distinto origen cultural Kandinsky
buscaba en el alma popular
rastros de esa vibra.ción espiritual
no contaminada por la mediación de la cultura: de ahí
que él mismo, que nunca olvidó
los iconos de su Rusia natal,
hiciera pinturas sobre vidrio
y grabados en madera siguiendo
la tradición alemana.
Canto
del Volga, 1906
El
pintor evoca el ambiente de las leyendas populares rusas de su infancia con el
sentido decorativo del Jugendstil alemán. No es extraño que acentúe los
elementos ornamentales –los iconos en los mástiles, los mascarones labrados de
las embarcaciones- sin perder por ello el vigor en el tratamiento de la escena.
Canto del Volga - 1906 |
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