La mirada interior, 1942
Un buen ejemplo de la complejidad
semántica que pueden llegar a alcanzar las transformaciones en la pintura de
Magritte: la analogía entre los nervios de la hoja y las ramas de un árbol se
refuerza por la relación natural entre los objetos árbol, rama y hoja. La
escala de los pájaros y la hoja y la situación en un interior –conveniente a
una hoja, pero no a un árbol- aumentan la desconcertante ambigüedad de la
escena.
La filosofía en el camarín, 1947
El tema del vestido en el armario
que toma algunas características del cuerpo que está destinado a cubrir ya
aparece diez años antes en In memoriam Mack
Sennet. De la fusión del pie y el zapato decía Magritte que “es, en
realidad, el testimonio de una costumbre monstruosa”. Se trata, en todo caso,
de un monstruo grotesco y humorístico, nunca aterrador como los de los otros
pintores surrrealistas.
El dominio de Arnheim, 1962
De este cuadro dijo Magritte que
“hace realidad una visión que le hubiera gustado mucho a Edgar Allan Poe”. La
montaña, según sus palabras, “encuentra su forma exacta en la de un ave con las
alas extendidas”, metamorfosis cuya relación con los huevos situados en el nido
sobre el pretil de la ventana, en primer plano, resulta evidente. El cuadro
como ventana fantástica a la que el espectador se asoma es constante en la obra
de Magritte.
Botella pintada
Una de las varias botellas pintadas
por Magritte. El juego propiciado por la condición de contenedor de objeto,
enlaza con la vieja tradición fantástica de los genios y espíritus encerrados
en lámparas y botellas.
El ídolo, 1965
Como en el Dominio de Arnheim, el ave parece contaminarse de la naturaleza
pétrea de las rocas de la costa, lo que entra en contradicción con la ligereza
necesaria para el vuelo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario