lunes, 27 de agosto de 2012

LA AUSENCIA Y LA PRESENCIA - René Magritte


Todos los procedimientos retóricos traídos a colación por Magritte en sus cuadros se resumen al fin en una reflexión sobre la presencia y la ausencia de las cosas. Esas cualidades elementales no están en los objetos mismos, sino en su inte­racción con los demás y con nosotros mismos. Esa sutil tra­ma invisible -es decir, ideal- es el teatro de operaciones del pin­tor belga, la pieza permanente­mente instalada en su punto de mira. "Para mí -escribió una vez- la concepción de un cua­dro es una idea de una o varias o cosas que pueden hacerse visi­bles mediante mi pintura... La idea no es visible en el cuadro: una idea no puede verse con los ojos". La pintura, en cambio, sí puede utilizar, hacer visible la ausencia de un objeto; al menos la pintura conceptual que a Magritte le interesa. Sus cua­dros son hipótesis problemáti­cas de la realidad; evidencian el misterio, no lo resuelven. Por eso Magritte evitó siempre los títulos descriptivos o explicati­vos: "los títulos han de ser una protección suplementaria que desaliente cualquier tentativa de reducir la verdadera poesía a un juego sin consecuencias".


La bañista, 1923
La plana estilización lineal y geométrica de esta obra temprana delata la influencia de Delaunay y los futuristas, borrada de la pintura de Magritte con la llegada del surrealismo.



La respuesta imprevista, 1933
Según la descripción del propio pintor, el cuadro muestra “una puerta cerrada en un apartamento en el que un agujero informe revela la noche”.





La perspectiva amorosa, 1935
De nuevo el problema de la puerta y el agujero como rastro ausente de su carácter mediador. Aquí el exterior se ilumina, mostrando un árbol-hoja.



La amable verdad, 1966
Otra modalidad de pintura de segundo grado, en la que se pinta algo que ya está pintado, con la consiguiente reflexión sobre las cualidades de la visión.


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