lunes, 27 de agosto de 2012

EL IMPERIO DE LAS LUCES - René Magritte


Desde 1948 hasta su muerte, Magritte pintó no menos de una decena de cuadros que constituyen variaciones sobre un mismo tema, el último de los cuales quedó inacabado a su muerte. Todos llevan el título común de El imperio de las luces, y lo que en ellos se ve no es otra cosa que una casa o gui­po de edificaciones entre el folla­je iluminados por la luz eléctrica que se advierte en las ventanas, así como por la que despiden uno o varios faroles en el exte­rior de las mismas. Lo insólito es que el cielo que cobija la escena es de un azul absolutamente diurno, surcado por las nubes blancas y algodonosas que pue­blan los ciclos de Magritte. La incompatibilidad del cielo con la noche en la que destaca la luz eléctrica sólo se advierte tras un examen detenido por parte del espectador, tal es la coherencia de la escena. La serie es todo un manifiesto pintado del ideario artístico de Magritte, que conce­bía la pintura como un medio para revelar ideas y fundar reali­dades cuya virtualidad no tiene posible confirmación en la expe­riencia de lo cotidiano.




                                         El imperio de las luces II, 1950
El minucioso realismo de los detalles es una estrategia pictórica destinada a enmascarar –haciéndola, paradójicamente, más inquietante- la imposibilidad fenomenológica de la escena.





                                       El imperio de las luces, 1954
En algunas de las muchas versiones del cuadro, la escena se sitúa al borde de un lago, de forma que el reflejo de la luz eléctrica en el agua refuerce el efecto general del conjunto.




                                          El impero de las luces, 1948
Una de las primeras versiones del tema, en la que el contraste entre la mitad nocturna y la diurna parece agazaparse al escoger el pintor el emplazamiento de las ventanas iluminadas en un cuerpo retranqueado.





                                        El imperio de las luces, 1958
En esta ocasión, el verdor de la vegetación produce un efecto engañoso, como de primera hora del crepúsculo, desmentido, sin embargo, por la fachada, inundada por la luz rosada del farol.




                                        El imperio de las luces, 1953
Conforme las vistas son más lejanas y se pierden los detalles, el contraste entre la brillante luminosidad del día en el cielo y las sombras nocturnas de la parte inferior se hace más patente, sin romper nunca la enigmática naturalidad del conjunto.

2 comentarios: