Improvisación XXVI - (Remando) - 1912
Diluvio I, 1912.
Una catarata de
formas se gradúa, sin apenas orden, desde la máxima vibración de los amarillos
a los tonos casi blancos y verde-rojizos del fondo. La alusión al diluvio es
una de las metáforas de regeneración tan comunes en esta época.
Improvisación XXVIII
(segunda versión), 1912.
Kandinskv entiende el
proceso crítico de los años de El Jinete Azul como la liberación de lo
espiritual del mundo de la materia. Eso explica la apariencia caótica de los
cuadros, como si el artista dejara fluir fuerzas y tensiones que aún no sabe
someter.
Improvisación
(Diluvio), 1913.
Otra vez la idea de caos dramático y
dinámico para atisbar la "naturaleza interior" de las cosas.
Kandinsky opta aquí por una armonía en tonos fríos, bajando la temperatura de las
grandes manchas rojas por medio de transparencias. Los tres rayos que cruzan en
diagonal la parte
superior del cuadro aluden a los remos simbólicos tan
habituales en los cuadros de 1910.
Boceto para Diluvio
II, 1912.
Todo el cuadro es un
fluido diagonal que parte del ángulo inferior izquierdo. Los tonos más cálidos
y vibrantes -amarillos, rojos- se presentan en primer plano, como los acordes
más sonoros de una sinfonía.
Improvisación XXVI
(Remando), 1912.
Un trazo rojo
ondulado divide la
superficie en dos mitades desiguales. Por debajo de él, tres
grandes manchas en azul, amarillo y rojo modulan el espacio. Una vez más, el
trazo sintético de las figuras remando se superpone a la trama de color,
estableciendo un fuerte impulso diagonal que dinamiza todo el cuadro y pone en
tensión el esquema estático que predomina en el fondo. Mediante estos juegos
contradictorios, Kandinsky pretende poner de manifiesto la antítesis entre el
mundo material y el espiritual.
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