lunes, 27 de agosto de 2012

INTERIOR Y EXTERIOR - René Magritte


Recuerdo de viaje, 1955
La torre hendida y enigmática que se ve en el cuadro colgado de la pared contamina con su naturaleza pétrea toda la escena, como en El ídolo y El castillo de los Pirineos.

Los paseos de Euclides, 1955
Al efecto ya conocido del cuadro sustituyendo parte de la vista divisada desde la ventana, se suma aquí la desconcertante ambigüedad visual establecida por el paralelismo de la torre cónica y la avenida en perspectiva, recorrida por dos anónimos paseantes.

El universo desenmascarado.
Un ejemplo más de inversión de órdenes de significado, similar al que se aprecia en El pecho. Aquí es el cielo el que adopta el orden geométrico de la construcción, a la que la arbitrariedad de la naturaleza ha convertido en rutina.


Las memorias de un santo, 1960
La curvatura del paisaje marino encerrado en un escenario paradójico parece revelar la propia redondez del mundo, que la percepción oculta a la mirada. Sin embargo, la esquina doblada del ángulo superior derecho devuelve el enigma a la incertidumbre.
El país de los milagros

El plagio, 1960  /  El país de los milagros, 1960
Dos floreros se comportan como ventanas gracias a su cualidad vegetal, pues en ambos casos vemos un paisaje arbolado. Se trata de dos claros ejemplos de traslación de metáforas a un plano visual.

El anteojo en aumento, 1963
Se trata de un claro ejemplo de lo que Magritte entendía por problematizar un objeto. El problema es aquí la condición mediadora de la ventana entre dos espacios diferentes y complementarios.

La voz de la sangre, 1961
Una vez más la oposición entre interior y exterior se superpone a las de lo natural y lo artificial, por una parte, y lo regular y lo orgánico, por otra

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