Los años que van de
1910 al principio de la
Primera Gue rra Mundial son definitivos en la conquista por
Kandinsky del que ya será para siempre su propio territorio pictórico. El sesgo
claramente no figurativo de su obra determina la ruptura con la NKVM , que en 1911 rechaza
exponer Composición V con
el peregrino argumento de que su formato no cumplía los requisitos
reglamentarios de la asociación. Kandinsky estrecha, a raíz de ello, su amistad
con Franz Marc y el músico Arnold Schönberg, dos piezas fundamentales en la
gestación de El Jinete Azul. Empieza a interesarse también entonces por la
teosofía, que provee de referencias espirituales su labor artística. Los
cuadros prescinden ya de la representación; apenas algunos rasgos aluden de vez
en cuando a figuras y objetos, que son una referencia simbólica sobre el
significado del cuadro, pero no su tema. Estas pequeñas anclas figurativas
revelan la conciencia de fundación de una nueva pintura que vive ahora
Kandinsky: el diluvio, el apocalipsis, la barca que se adentra en un lago hierático
y desconocido son imágenes de la regeneración, pero el tema del cuadro es sólo
el conflicto de masas vibrantes de color, y su objetivo, hacer "sentir lo
espiritual en las cosas materiales y abstractas".
Composición IV, 1911.
El arco
iris, que despunta entre las montañas, proporciona la clave cromática: un
acorde azul, amarillo y verde con breves apuntes rojos. Las figuras apenas son
una plantilla superpuesta a las armonías de color.
Improvisación XIII, 1910.
Los cuadros en los
que el contenido figurativo se ha disuelto por completo en el color son
aquellos que mejor muestran el estado de evolución de la pintura de Kandinsky
en estos años previos a la
Primera Guerra Mundial. Aquí las masas de color están
contenidas por gruesos trazos negros, como si fueran sombras proyectadas.
Impresión V (Parque), 1911.
Aunque se desencadena
a partir de un motivo percibido, el vestigio figurativo es independiente del
acorde de colores primarios que constituye la verdadera sustancia del cuadro.
St. George II, 1911.
En torno a una
diagonal amarilla se agrupan zonas de color entendidas como vectores
espaciales. La organización del cuadro recuerda los procedimientos de
generación de espacio propios del cubismo, aunque, por la fecha del cuadro y la
decantación del gusto artístico de Kandinsky, no resulta fácil hablar de una
influencia directa.
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